"Inundación - Crónica", Cristina Castillo
Inundación – Crónica
Era 15 de Febrero, aunque en realidad no tenía idea de la fecha, estaba de vacaciones en nuestra casa del Ñu Porá, disfrutando de no saber que día era.
La noche anterior había llovido copiosamente, y con mi hermana menor y mi madre, estábamos preocupadas, ya habíamos experimentado los daños de la inundación ocurrida unos años atrás.
El menú era polenta, y tuvimos que ir a comprar porque no teníamos.
En el comercio (que después de dos horas después terminaría con todo su negocio inundado), recuerdo que le comenté al dueño que el río venía peligroso y con mucho caudal de agua, el movió ligeramente los hombros para arriba, como desinteresado y me contestó: - ¡es sólo una lluvia más!-.
Estaba preocupada por la despreocupación de mi padre, del dueño del comercio; llegué a pensar que estaba algo paranoica, pero al llegar nuevamente a la casa, ya éramos tres las preocupadas.
Y así fue. Almorzamos y de repente sentimos una estampida que nos asuntó, creo que nunca vamos a olvidar este ruido, nos asomamos y la Avenida San Martín era un terrible río, mi papá seguía creyendo que ya pasaría.
Me asusté mucho y decidimos con mi hermana irnos, mi hija lloraba, mis padres se sumaron, no les quedaba opción. Nunca había presenciado esto. Salimos de la casa, el agua ya estaba en el interior y realmente permanecer adentro, resultaría ser una necedad irreparable, caminamos dificultosamente porque el desborde del río traía muchas ramas y troncos de importantes tamaños.
Ya estábamos jugados, quisimos ir a la casa de nuestro vecino José pero él estaba igual de complicado, recuerdo que nos indicó que pidiéramos ayuda a los vecinos de los departamento. Empecé a llamarlo a Lucas, no podía dejar de llorar, y ya empecé a gritar cada vez más fuerte, me sorprendió el volumen de mi voz, y allá nos ayudó él y su familia, y la vecina que no conocíamos, Julieta con su prominente embarazo.
Estábamos en un lugar seguro, pero desde ahí pudimos comprobar que lo que pasaba en nuestra casa era subsanable, desde los balcones de los departamentos vimos que el puente san José ya no existía, del otro lado del rio la vista era desoladora, casas inundadas, autos detenidos, y el temor y el ruido inmortal no cesaban.
Sentí mucho miedo por la gente que no quiere abandonar sus casas, sus sueños, sus pertenencias, años de sacrificio y de trabajo para conseguir lo que tenían.
La sorpresa de desborde del río fue para todos, no hubo ningún anuncio, ninguna sirena, estuvimos desprotegidos, no nos advirtieron y creo que ese fue el peor error de quienes estaban encargados de hacerlo.
Los días posteriores fueron raros, sin luz, con mucha impotencia y sobre todo con miedo… ese miedo que sufre cada habitante de Río Ceballos y de las Sierras Chicas, con cada lluvia torrencial.
Lo material se puede ir reemplazando, sustituyendo, no siempre…pero existe la posibilidad de creer que puede ser así con el tiempo.
Pero … el miedo que siento cada vez que llueve, es inmortal.
Es momento de soltarlo.
Cristina Castillo, Río Ceballos
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