A 10 años de las inundaciones les quiero compartir algo que escribí : Adrián Flores, Río Ceballos
Diez años después de aquella tragedia que devastó la ciudad y parte de sierras chicas y que cambió definitivamente nuestras vidas, los recuerdos se entrelazan con diferentes sentimientos.
Las inundaciones no fueron un hecho natural inevitable, sino el resultado directo de políticas depredadoras que los gobiernos avalaron durante décadas: desmontes indiscriminados, destrucción de los bosques nativos, urbanización sin control y el abandono sistemático del Dique La Quebrada. El desastre tenía responsables, pero lo primero que ensayaron fue el encubrimiento. Primero culparon a la lluvia y después a los propios vecinos, como si construir cerca del río fuera una decisión libre y no una consecuencia de un modelo que expulsa y margina.
La asistencia que llegó a las familias afectadas duró lo que la noticia en los medios. Pronto, los gobiernos adoptaron la política del “si te he visto, no me acuerdo”, dejando a miles de personas con sus casas destruidas y sus vidas rotas. Pero, en medio del abandono estatal, el pueblo mostró una solidaridad inmensa. Recuerdo con claridad esos días: los pibes del barrio limpiando casas hasta la madrugada, la ronda de mates en la guardería convertida en centro de asistencia improvisado, y los vecinos que, sin conocerse demasiado, se transformaron en rescatistas, en compañeros, en familia.
Recuerdo a Don Mattio enfrentando a los funcionarios que solo venían a “chamuyar”, y a Fernanda repartiendo agua y colchones desde la chata, mientras Pablo y Patricio llegaban a primera hora con pala al hombro. Recuerdo los rostros de Lorena, Marcela, Liliana, Susana, Carla y Salvador, que no solo enfrentaron la pérdida, sino también la lucha por justicia.
Las marchas incansables, las reuniones interminables y el pliego de reivindicaciones que elaboramos como respuesta al abandono estatal marcaron un antes y un después. No olvido el viaje de Karen y Susana al Encuentro Nacional de Mujeres para pedir solidaridad, ni la ocupación del barrio a medio construir cuando el gobierno paralizó las obras. Fuimos testigos de promesas incumplidas: los puentes curvos de Schiaretti que quedaron en maquetas, las lagunas de retención que jamás se hicieron, y los protocolos de evacuación que seguimos esperando.
Hoy, bajo un gobierno que continúa dando vía libre a la depredación ambiental y a los intereses privados, esta experiencia de lucha popular nos deja una lección imprescindible: la organización desde el pueblo es la única herramienta para enfrentar los tiempos que corren. Hace diez años aprendimos que cuando el pueblo se organiza, puede desafiar la desidia y la negligencia estatal. Esa experiencia, construida entre lágrimas, bronca y solidaridad, es nuestra guía para los desafíos del presente y del futuro.
No olvidamos. No perdonamos. Seguimos organizándonos.



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