Cuando el río suena: 10 años después, la memoria y la conciencia ambiental - Carlos Iglesias
Cuando el río suena: 10 años después, la memoria y
la conciencia ambiental
Este 15 de febrero, Río Ceballos y el
Corredor de Sierras Chicas recordarán los 10 años de una trágica inundación
que, en cuestión de minutos, causó enormes daños materiales y, lamentablemente,
pérdidas humanas.
En las semanas previas a esta fecha,
entrevisté a María Castillo, impulsora del evento Cuando el Río
Suena, cuyo propósito es recordar esta tragedia, pero, sobre todo,
visibilizar la solidaridad de aquel momento: vecinos ayudando a vecinos.
También busca generar conciencia sobre lo que podríamos haber hecho para
evitarlo, con alertas tempranas y, principalmente, sobre el impacto de nuestras
acciones en la naturaleza, que hoy nos responde con cada vez más fuerza.
Sobre este último punto, fuera de
micrófono, le compartí a María una sensación que tuve en aquellos días
previos. Llovía sin cesar, algunos vecinos celebraban y tomaban fotos del agua
cayendo nuevamente desde el “tobogán” del dique. Mi casa, ubicada sobre
calle Belgrano, soportó la lluvia intensa, pero el agua fluyó naturalmente sin
afectar viviendas. En ese entonces, los terrenos estaban más abiertos, sin
tantas tapias ni barreras artificiales. Recuerdo cuando un vecino que recién
había llegado quiso construir un muro divisorio. Le expliqué que, si lo hacía,
tanto su casa como la mía se convertiría en una pileta. Con el tiempo, entendió
el valor de respetar la naturaleza del terreno y me agradeció por aquel
consejo.
Pero aquel 15 de febrero, la naturaleza
nos mostró lo que podía hacer. Cuando bajamos hasta avenida San Martín,
encontramos desolación y tristeza. Nos comunicamos con nuestros seres queridos
para asegurarnos de que estuvieran bien, mientras llamadas de Córdoba y otras
provincias llegaban preguntando por nuestra situación. La angustia creció al
enterarnos de las vidas que se habían perdido.
Cuando el Río Suena
nos invita a reflexionar. A que la memoria no se diluya en el tiempo y nos haga
olvidar que prevenir es posible. Que no podemos seguir dándole la espalda a la
naturaleza y transformando el progreso en puro cemento. En mi zona, la
elevación del terreno y el respeto por la geografía natural fueron clave para
evitar mayores daños. Sin embargo, el olvido ha hecho que hoy el crecimiento
urbano avance sin planificación, priorizando construcciones que afectan el
curso del agua y la estabilidad del ecosistema.
Diez años después, las sirenas de
alerta siguen sin funcionar. No se realizan charlas sobre cómo actuar ante
estos fenómenos. Seguimos tratando al río como un simple arroyo, mientras las
cloacas, que se anunciaron como un avance, han dejado grandes tubos sobre su
cauce sin que sepamos qué podría ocurrir en un nuevo evento similar. Pensamos
en más pavimento y menos árboles, en calles más transitables para los
vehículos, sin reparar en que el calor aumenta y el agua baja de manera cada
vez más descontrolada.
Ojalá estos diez años nos sirvan para
recapacitar y entender que el verdadero progreso no es solo hormigón y
urbanización. El progreso real es cuidar nuestra casa común: la naturaleza.
Porque si aprendemos a proteger el planeta, estaremos protegiendo también
nuestros propios hogares y nuestras vidas.
Carlos Iglesias
Periodista
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